Sus casonas, sus capillas, sus hórreos, sus molinos, su lavadero o sus palomares hacen de este pueblecito de apenas 30 casas y situado a unos 5 km de la capital del concejo de Pesoz, una verdadera singularidad arquitectónica de la parte occidental de Asturias (España).

La referencia más antigua de su existencia es un documento fechado el 30 de Mayo del año 972 d.C. (siglo X).

Parece ser que su aislamiento y las sucesivas crisis del medio rural llevaron a sus pobladores a la emigración en los siglos XIX y XX, fundamentalmente a Uruguay.

La gente que aún queda viviendo en este lugar posee huertas, colmenas, algunos animales y pequeños viñedos donde en temporada elaboran vino.

Como digo, está casi despoblado y es fundamentalmente ganadero, pero lo más curioso de este lugar son sus edificaciones de piedra y pizarra, madera, (básicamente de roble y castaño), barro..., que aprovechan al máximo el espacio, estableciendo unos curiosos mecanismos de comunicación entre edificaciones, a través de la construcción de túneles, galerías, pasadizos, corredores y voladizos. Pero también hay que fijarse en los detalles e inscripciones de las puertas y ventanas de estas edificaciones, muy singulares.

Este pueblo, cuyo Conjunto Histórico fue declarado Bien de Interés Cultural en 2004, y que está rodeado de hermosos valles con ríos de aguas cristalinas y bosques, es una muestra muy curiosa de extraños pasos para personas y ganado y altos corredores que pasan de unas edificaciones a otras sin salir a la calle.

Es como si el pueblo se hubiera quedado anclado en otra época, eso sí, es muy curioso y está en un entorno muy bonito...