Ubicada en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá, en la península de Yucatán, en mi adorado México, se encuentra la pirámide que los españoles llamaron "El Castillo". En este lugar, según la leyenda, Kukulcán, el dios serpiente emplumada, desciende de los cielos, bendice a sus adoradores en la tierra y luego se dirige al inframundo, o Xibalbá. 

Esta pirámide es muy espectacular por muchas razones, pero sin duda una de ellas se produce cuando durante los equinoccios de primavera y otoño, el sol poniente proyecta una sombra sobre la cara norte de "El Castillo" que se asemeja mucho a la forma de una serpiente deslizándose por las escaleras, un efecto que se ve realzado por las cabezas de bestias esculpidas en la base. 

Pero de lo que voy a hablarles hoy no es del exterior de esta pirámide mesoamericana, sino del interior, mucho más desconocido para muchos.

Los arqueólogos han explorado durante casi 100 años el interior de esta estructura, lo que ha revelado algo muy interesante, y es que la pirámide que vemos tiene dentro dos pirámides anteriores.

Con su impresionante simetría radial, sus ordenadas plataformas escalonadas y el templo que lo corona, "El Castillo" es una de las pirámides mesoamericanas más reconocibles. Probablemente fue construido por los mayas entre el 1050 y el 1300 d.C.. La estructura no sólo es famosa por el acontecimiento que supone, dos veces al año, el descenso de Kukulcán, sino también por su relación con el calendario maya. 

Cada uno de los cuatro lados de esta pirámide tiene una escalera con 91 escalones. El número total de escalones, cuando se combina con el templo en su cima, es igual a 365, el número de días del año solar maya. El templo en la parte superior era utilizado exclusivamente por sacerdotes que realizaban rituales sagrados a una altura que los acercaba a los dioses en el cielo.

Los sacerdotes subían una de las cuatro escaleras para llegar al templo superior (la pirámide nunca fue pensada para entrar realmente). Sin embargo, en la década de 1930, un grupo de excavadores comenzó a explorar y descubrió que otro templo piramidal estaba ubicado dentro de la pirámide más grande. 

Excavaciones posteriores revelaron que esta pirámide dentro de la pirámide tenía nueve plataformas, una sola escalera y un templo que contenía restos humanos, un trono de jaguar tachonado de jade y el llamado Chac Mool. El Chac Mool es un tipo de escultura maya de una figura masculina abstracta reclinada y sosteniendo un cuenco que se usa como receptáculo para los sacrificios. 

Los investigadores teorizan que esta pirámide se construyó en algún momento entre el 800 y el 1000 d.C.  A mediados de la década de 2010, los arqueólogos, utilizando técnicas de imagen no invasivas, descubrieron a su vez otra pirámide dentro de las otras dos.

"El Castillo", la pirámide principal de Chichén Itzá, no representa una novedad arqueológica por tener no uno, sino dos templos-pirámides en su interior; los arqueólogos han encontrado estructuras anteriores dentro de varias pirámides mesoamericanas. Por ejemplo, las excavaciones de la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, que fue construida por una cultura antigua sin nombre cerca de la Ciudad de México alrededor del año 100 d.C., encontraron que la pirámide posiblemente se había construido sobre tres estructuras anteriores. 

Los estudiosos de las culturas mesoamericanas con especulan que los gobernantes a menudo construían sobre edificios existentes como una forma de superar a sus predecesores. Curiosamente, los arqueólogos que trabajaron en la década de 1970 también encontraron un sistema de cuevas y túneles debajo de la Pirámide del Sol de Teotihuacán, que conectaba los diversos ríos subterráneos de la ciudad.

Pues bien, se hizo un descubrimiento similar en Chichén Itzá en la década de 2010. Una vez más, utilizando técnicas de imagen no invasivas, encontraron lo que creen que es un cenote, o un gran sumidero, debajo de la base de "El Castillo". La depresión es similar al Cenote Sagrado de Chichén Itzá, ubicado en el extremo norte de la ciudad. Asociado con el culto de los dioses de la lluvia, llamados Chacs, era el sitio de ofrendas regulares que incluían objetos preciosos como jade, oro y cobre, así como también el sacrificio de seres humanos. Este cenote se conecta a los numerosos ríos subterráneos y cuevas bajo el lecho rocoso de piedra caliza de Chichén Itzá, una formación geológica llamada karst. Estas cavidades subterráneas no solo eran fuentes de agua dulce para los mayas sino también, según sus creencias, las entradas a Xibalbá, el inframundo.

En 2018, un equipo de arqueólogos comenzó a explorar el sistema de aguas subterráneas bajo Chichén Itzá en un esfuerzo por encontrar una conexión con el supuesto cenote bajo de "El Castillo". Si los arqueólogos logran probar la existencia del cenote, "El Castillo" no solo habría servido como una escalera que acercaba a los sacerdotes a los dioses de los cielos, sino también como una puerta de entrada a los demonios del inframundo. Sería esencialmente un "centro del mundo", por decirlo así, uniendo la tierra con el cielo y el inframundo. 

"El Castillo", por lo tanto, pudo haber tenido un papel más importante en la religión maya de lo que los arqueólogos, estudiosos y vistantes pensaban hasta ahora, pero esa es otra historia...