La historia es sencillamente asombrosa:

Los primeros meses de 1942 fueron tensos para la Costa Oeste. Después de que el ataque inesperado a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 resultara en la muerte de 2.403 estadounidenses, el presidente Franklin Delano Roosevelt pidió al Congreso que declarara la guerra y se uniera a las potencias aliadas. 

En ese momento, Los Ángeles ya ocupaba el primer lugar entre todas las ciudades de Estados Unidos en producción de aeronaves, y la Bahía de San Pedro de la ciudad albergaba una enorme armada naval. En octubre de 1941, la industria de la construcción naval en la ciudad había aumentado a 22.000 empleados, frente a los 1.000 de sólo dos años antes. Con su ubicación vulnerable en el Océano Pacífico y los centros de fabricación en crecimiento notable, los angelinos temían que su ciudad pudiera ser el próximo objetivo de las flotas japonesas.

Esos temores no eran del todo infundados. Si bien los japoneses no planeaban lanzar un ataque por aire, hacerlo requeriría poner sus portaaviones dentro del alcance del ejército estadounidense, arriesgándose a perderlos, sí que enviaron submarinos. El 23 de diciembre de 1941, esos submarinos hundieron el petrolero Montebello frente a la costa de California y luego atacaron el buque maderero SS Absaroka al día siguiente, causando daños menores y matando a un miembro de la tripulación.

Pero su verdadero golpe llegó el 23 de febrero, cuando el crucero submarino I-17, capitaneado por Kozo Nishini, ingresó al Canal de Santa Bárbara y comenzó a disparar contra el campo petrolífero de Ellwood, a solo 10 millas al norte de Santa Bárbara.

A pesar de que el ataque de Ellwood causó pocos daños y ninguna pérdida de vidas, logró cobrar un precio psicológico, exactamente lo que pretendían los japoneses. El ataque creó un pánico masivo a lo largo de la costa porque, por primera vez, los japoneses habían golpeado físicamente los EEUU continentales, y eso sucedió en medio de la noche. En este punto, EEUU no tenía la capacidad de enviar aviones para lidiar con eso, porque no tenían radar. Les dio la sensación en la costa oeste estadounidense de que eran muy vulnerables.

Ese nerviosismo se prolongó durante los días siguientes, y alrededor de la 1:45 am. del 25 de febrero, el radar costero recientemente desarrollado detectó una señal: un objetivo aéreo no identificado a 120 millas al oeste de Los Ángeles y que se dirigía directamente a la ciudad. A las 2:15, dos sitios de radar más confirmaron el objeto y, a las 2:25, el sistema de alerta de ataques aéreos de la ciudad se activó. Entonces comenzó el fuego antiaéreo.

A las 7:21 am, el centro de alerta regional finalmente dio el ok al final del "incidente" y comenzó la limpieza. Como resultado indirecto, cinco víctimas, debido a accidentes automovilísticos que ocurrieron durante el apagón y ataques cardíacos causados ​​​​por la conmoción. Las baterías antiaéreas habían disparado más de 1.400 proyectiles, ninguno de los cuales alcanzó ningún avión enemigo: porque, para empezar, no había ningún avión enemigo. La explicación más probable de lo que había aparecido en el radar era un globo meteorológico extraviado a la deriva hacia tierra.

Pero inmediatamente después, la Marina y el Ejército de los EEUU discreparon sobre lo que realmente había sucedido.  Mientras que el secretario de Guerra, Henry L. Stimson, afirmó que hasta 15 aviones habían sobrevolado Los Ángeles, el secretario de Marina, Frank Knox, dijo: "Hasta donde yo sé, todo el ataque fue una falsa alarma... atribuida a los nervios".

Al final, nunca se descubrió ningún rastro de aviones o soldados enemigos, y los militares se vieron obligados a admitir que la "Batalla" de Los Ángeles fue una falsa alarma. Pero impulsó a la ciudad y al ejército. Fue una llamada de atención. Algunas personas veían la guerra hasta entonces como algo lejano, en las islas hawaianas, en Europa...., pero ahora era real, justo al lado. A partir de entonces, la gente estuvo más dispuesta a apoyar a los militares con pequeñas acciones, como racionamiento de alimentos o venta de bonos de guerra.