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El día que el mundo estuvo a punto de acabarse: La Crisis de los Misiles de Cuba

En octubre de 1962, durante 13 días que paralizaron al mundo, la humanidad estuvo a un paso de una guerra nuclear. La Crisis de los Misiles de Cuba no fue solo un episodio álgido de la Guerra Fría, sino el momento en que el planeta se asomó al abismo de su propia destrucción. Estados Unidos y la Unión Soviética, las dos superpotencias de la época, se enfrentaron en un duelo de estrategias, diplomacia y armas nucleares, mientras el mundo contenía el aliento. Pero, ¿y si les dijera que esta crisis tiene ecos inquietantes en los conflictos actuales, como las tensiones entre Rusia y Ucrania? Acompáñenme en este relato cargado de suspense, datos históricos y curiosidades poco conocidas, para descubrir cómo se evitó el apocalipsis y qué lecciones resuenan hoy.

El polvorín que encendió la crisis

La Guerra Fría era un tablero de ajedrez geopolítico, pero en 1962, Cuba se convirtió en su epicentro. Con los antecedentes del fallido intento de invasión en Bahía de Cochinos en 1961, una operación de desembarco militar en la costa suroeste de Cuba por parte de los Estados Unidos y el Frente Revolucionario Democrático Cubano, integrado por exiliados cubanos que se oponían a la Revolución cubana de Fidel Castro, éste buscó protección en la Unión Soviética para contrarrestar la amenaza estadounidense. Nikita Khrushchev, líder soviético, vio una oportunidad estratégica: instalar misiles nucleares en Cuba, a solo 145 kilómetros de Florida, como respuesta a los misiles balísticos Jupiter de Estados Unidos desplegados en Turquía e Italia, que apuntaban directamente al corazón de la URSS.

El 14 de octubre de 1962, un avión espía U-2 estadounidense captó imágenes que estremecieron al mundo: bases en construcción en Cuba para misiles balísticos soviéticos R-12, capaces de alcanzar ciudades como Washington, Nueva York o Chicago en menos de 10 minutos, con una potencia 70 veces superior a la bomba de Hiroshima. Cuando estas fotos llegaron al presidente John F. Kennedy, la Casa Blanca entendió que el tiempo se agotaba. Para Kennedy, tener armas nucleares enemigas tan cerca de su territorio era intolerable, un sentimiento que, como veremos, encuentra paralelismos en conflictos modernos como el de Rusia y Ucrania.

Trece días al borde del abismo

Kennedy convocó al Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional para evaluar opciones. Los halcones, liderados por el jefe de la Fuerza Aérea, Curtis LeMay, abogaban por un ataque aéreo inmediato contra las bases cubanas, aunque esto arriesgara una guerra nuclear total. Otros, como el secretario de Defensa Robert McNamara, pedían moderación. Kennedy, consciente de que un error podía aniquilar a la humanidad, optó por un bloqueo naval, denominado “cuarentena”, para impedir la llegada de más misiles soviéticos a Cuba.

El 22 de octubre, Kennedy anunció la crisis en un discurso televisado que dejó al mundo en vilo. Barcos soviéticos cargados con equipo militar se acercaban a la línea de cuarentena en el Atlántico, mientras Jrushchov defendía los misiles como una medida defensiva y acusaba a EEUU de provocar la escalada. En todo el mundo, las familias almacenaban provisiones, los gobiernos preparaban refugios nucleares y la prensa especulaba sobre el fin. 

El 27 de octubre, conocido como el “Sábado Negro”, la crisis alcanzó su clímax. Un U-2 estadounidense fue derribado sobre Cuba por un misil soviético, matando al piloto, el mayor Rudolf Anderson Jr. Al mismo tiempo, en el Atlántico, el submarino soviético B-59, acosado por cargas de profundidad estadounidenses (señales no letales para forzarlo a emerger), estuvo a punto de lanzar un torpedo nuclear. El capitán Valentin Savitsky, convencido de que la guerra había comenzado, ordenó preparar el ataque, pero el oficial Vasili Arkhipov, segundo al mando, se opuso. Su veto, que requería el acuerdo de tres oficiales, evitó una catástrofe. Este acto, conocido décadas después, convirtió a Arkhipov en un héroe anónimo.

La negociación que salvó al mundo

Mientras los misiles estaban listos en ambos lados, la diplomacia trabajaba en las sombras. Kennedy y Khrushchev intercambiaron mensajes urgentes a través de un teletipo, conocido como la “línea directa” (no el mítico “teléfono rojo” de Hollywood). Robert F. Kennedy, fiscal general y hermano del presidente, se reunió en secreto con el embajador soviético Anatoly Dobrynin para explorar una salida. El 28 de octubre, Khrushchev anunció por Radio Moscú que los misiles serían retirados de Cuba a cambio de una promesa pública de EEUU de no invadir la isla. En un acuerdo secreto, Kennedy también accedió a desmantelar los misiles Jupiter en Turquía, un compromiso que se mantuvo confidencial durante años.

La crisis terminó, pero dejó al mundo con una lección: la paz global pende de un hilo frágil, sostenido por decisiones humanas bajo presión extrema.

Ecos en el presente: Rusia, Ucrania y la sombra de la Guerra Fría

La Crisis de los Misiles de Cuba no es solo un relato del pasado; muchos ven en ella un reflejo de tensiones actuales, particularmente en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Así como Kennedy consideró intolerable la presencia de misiles soviéticos a 145 kilómetros de EEUU, Rusia ha expresado repetidamente su oposición a la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, algo a lo que se ha hecho oídos sordos, especialmente en Ucrania. Desde la perspectiva rusa, la posible instalación de bases o armamento de la OTAN en Ucrania, un país con el que comparte una frontera de más de 2.000 kilómetros, representa una amenaza directa a su seguridad nacional, similar a la que sintió EEUU en 1962.

Por ejemplo, en los años previos al conflicto actual, Rusia protestó contra los ejercicios militares de la OTAN en Ucrania y los envíos de armamento occidental a Kiev, argumentando que estos movimientos eran provocaciones análogas a los misiles estadounidenses en Turquía durante la Guerra Fría. Aunque las circunstancias históricas y tecnológicas han cambiado, la lógica de las superpotencias sigue siendo la misma: ninguna tolera una amenaza militar en su “patio trasero”. Este paralelismo no justifica acciones, pero invita a reflexionar sobre cómo las percepciones de seguridad pueden escalar conflictos hasta el borde del desastre, entonces y ahora, siendo tratados, sin embargo, de formas muy diferentes.

Curiosidades y secretos poco conocidos

  • El héroe olvidado. Vasili Arkhipov, el oficial del submarino B-59 que evitó el lanzamiento del torpedo nuclear, fue marginado en la URSS tras la crisis por “desobedecer” órdenes. Su heroicidad solo fue reconocida tras la caída de la Unión Soviética.

  • Un error de traducción que casi lo arruina todo. Un mensaje de Khrushchev fue mal interpretado debido a una traducción apresurada en Washington, generando confusión en un momento crítico. Los traductores trabajaban bajo una presión extrema.

  • Fidel, el factor impredecible. Castro, frustrado por no ser consultado por Khrushchev, escribió una carta instando a la URSS a lanzar un ataque nuclear preventivo si EEUU invadía Cuba. Moscú, afortunadamente, ignoró su propuesta.

  • El espía que inclinó la balanza. Oleg Penkovsky, un coronel soviético que trabajaba para la CIA, proporcionó datos cruciales sobre las limitaciones de los misiles soviéticos, dando a Kennedy confianza para negociar. Fue arrestado durante la crisis, pero su información fue clave.

  • Un canal secreto inesperado. Alexander Feklisov, un agente soviético, usó al periodista de ABC News John Scali como intermediario para proponer un acuerdo informal, un movimiento que ayudó a desbloquear las negociaciones.

  • El U-2 derribado, una chispa peligrosa. El derribo del avión de Rudolf Anderson Jr. fue ordenado por oficiales soviéticos en Cuba sin autorización directa de Moscú, lo que casi escaló el conflicto a un punto sin retorno.

  • La prensa bajo control. Kennedy convenció a The New York Times y The Washington Post de retrasar la publicación de detalles sobre la crisis para evitar el pánico. Este nivel de cooperación gobierno y medios es difícil de imaginar hoy, ya que lo que hoy existe no es cooperación, sino sumisión casi total de los medios y control de éstos por parte de los Estados.

  • Simulacros y miedo global. En EEUU, los niños practicaban posturas de emergencia en las escuelas, mientras en Cuba la población vivía en alerta constante. La ansiedad de esos días marcó a una generación.

  • El mito del “teléfono rojo”. Aunque la cultura popular asocia la crisis con un “teléfono rojo”, las comunicaciones realmente se hacían por teletipo. La verdadera “línea directa” se estableció después de la crisis, en 1963.

Lecciones de un mundo al límite

La Crisis de los Misiles de Cuba mostró cuán cerca puede estar la humanidad de su propia destrucción. Fue un recordatorio de que la paz depende de decisiones humanas, desde un oficial en un submarino hasta un presidente bajo presión. También marcó un punto de inflexión en la Guerra Fría: la crisis llevó a la creación de la “línea directa” oficial entre Washington y Moscú y al Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares de 1963, pasos hacia una distensión frágil.

Pero las lecciones no terminan ahí. Salvando las distancias, las tensiones actuales entre Rusia y Ucrania nos recuerdan que las percepciones de amenaza y los límites de tolerancia entre potencias siguen siendo un polvorín. ¿Estamos más seguros hoy? Con más países con armas nucleares y tecnologías avanzadas, ¿podría un malentendido desencadenar otra crisis? La historia no se repite, pero rima, y la Crisis de los Misiles nos enseña que la diplomacia, la prudencia y, a veces, la suerte son esenciales para evitar el desastre.

¿Qué piensan de esta historia? ¿Creen que Vasili Arkhipov merece un monumento como héroe de la humanidad? ¿Ven paralelismos entre la Crisis de los Misiles y las tensiones actuales entre Rusia y Ucrania?

Comentarios (1)

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irenefdez • Hace 4 semanas

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