Es conocido como Valle del Cocora, y está ubicado a unos 12 km del municipio de Salento, al oeste de Colombia.

Aquí, entre densa vegetación de un verde intenso, a altitudes entre los 1.800 y 2.400 m sobre el nivel del mar, crecen unos longevos gigantes (pueden vivir más de 200 años) de 70-80 metros de altura conocidos como "Palmas de cera del Quindio", unas imponentes palmeras que no dejan indiferente a nadie.

Descubiertas en el s. XIX por Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland (en 1801, y "presentadas en sociedad" en 1805) su nombre científico es Ceroxylon quindiuense, y no se llaman "Palmas de cera" por casualidad. Se llaman así porque tienen la curiosa característica de tener el tronco cubierto por una capa de cera blanquecina, lo que ha llevado, desde hace siglos, a que las personas hayan raspado los troncos para extraer la cera y utilizarla para hacer velas para alumbrado doméstico, e incluso, en el caso de ciertas civilizaciones precolombinas, para fabricar piezas y esculturas de oro, mediante la técnica de cera perdida (caso por ejemplo del pueblo orfebre de los quimbayas).

Nota: este tipo de técnica de orfebrería, la de la cera perdida, consiste en un procedimiento que permite obtener figuras de metal (de bronce o de oro p.e.) por medio de un molde que se elabora a partir de un prototipo modelado en cera.

En este valle, paseando a caballo o andando, es posible disfrutar de un paisaje espectacular entre estos gigantes, declarados como árbol nacional de Colombia en el año 1985. 

Estas curiosas palmeras crecen sobre todo en el departamento del Quindío y en algunos lugares del departamento del Tolima (en Tochecito, una región en la provincia de Valle del Cauca). En esta última zona, de hecho, es donde parece ser que está la mayor parte de este tipo de palmeras en toda Colombia, y allí la investigación ha sido escasa, porque la zona estaba ocupada hasta hace relativamente poco tiempo por las guerrillas de las FARC).

El número de estas palmeras ha descendido en las últimas décadas debido a, entre otras cosas, a su tala para dar paso al pastoreo de ganado.

Sirven de hábitat, entre otras, a una de las especies de loros más amenazadas, el conocido como “Loro orejiamarillo”, tucanes o pavas de monte p.e. (de hecho, sus frutos alimentan a una gran cantidad de insectos, aves y mamíferos; por ejemplo, la producción en Tochecito es de más de 2.000 millones de frutos maduros cada año, lo que representa una extraordinaria fuente de alimento para toda la fauna en su conjunto).

Las propias palmeras están en peligro de extinción según científicos colombianos, y la razón es que tardan décadas en mostrar signos de descomposición, incluso cuando han llegado al final de su vida y científicamente están muertas. El problema, según dicen, es que si las semillas se las come el ganado, y no caen a la tierra, aunque los árboles vivos estén relativamente sanos, cuando comienzan a descomponerse no hay jóvenes retoños que ocupen su lugar.

Espero que no permitan que se extingan estos gigantes, tan importantes para el ecosistema de la bella Colombia...