El co-ganador del Premio Nobel de Física 2022 ha lanzado una crítica contundente contra la idea de una “emergencia climática”, describiéndola como “una distorsión peligrosa de la ciencia que pone en riesgo la economía global y el bienestar de miles de millones.” El Dr. John Clauser sostiene que la ciencia climática actual se ha transformado en una “pseudociencia alimentada por titulares sensacionalistas.”
Reconocido como uno de los mayores expertos mundiales en mecánica cuántica, el estudio de la materia y la luz a escalas subatómicas y atómicas, Clauser recibió en 2010 el prestigioso Premio Wolf de Física, considerado el segundo galardón más importante en esta disciplina tras el Nobel. Sus declaraciones arrojan luz sobre la supuesta unanimidad científica, cuestionando la afirmación de que el 99% de los expertos cree que los humanos son los principales responsables del cambio climático. Los físicos y químicos, clave en el análisis de la climatología por su enfoque en el calor y los gases atmosféricos, desempeñan un papel esencial en este debate.
Clauser va más allá y denuncia que esta pseudociencia se ha convertido en un pretexto para culpar de diversos problemas no relacionados, promovida por economistas, políticos, periodistas, agencias gubernamentales y activistas ambientales con visiones erróneas. “No creo que exista una crisis climática real,” afirmó. “Lo que sí hay es un desafío genuino: ofrecer una vida digna a la mayor parte de la población mundial, junto a una crisis energética que se agrava innecesariamente por esta ciencia equivocada.”
No es el único Nobel de Física en cuestionar el discurso establecido. La Declaración Mundial sobre el Clima, respaldada por unos 300 profesores de climatología, asegura que “no hay una emergencia climática.” Entre sus firmantes destaca el profesor Ivar Giaever, también Nobel, quien critica que los modelos climáticos son poco fiables como base para políticas globales, exagerando el impacto de gases como el dióxido de carbono y omitiendo sus posibles beneficios. Según esta postura, la climatología ha derivado en un debate más basado en creencias que en una ciencia rigurosa y autocrítica.
El profesor Antonino Zichichi, galardonado con la Gran Cruz de Caballero de la Orden del Mérito de la República Italiana por su destacada carrera en física subnuclear, lideró en 2019 a 48 científicos italianos que concluyeron que la influencia humana en el cambio climático está “exagerada sin justificación” y que las predicciones catastróficas carecen de base realista. Zichichi argumenta que la variabilidad natural explica buena parte del calentamiento desde 1850.
Recientemente, cuatro científicos italianos, incluidos tres físicos, revisaron las tendencias climáticas históricas y determinaron que no hay evidencia sólida para declarar una “emergencia climática.” No observan tendencias claras en fenómenos extremos, a pesar de que identificar estos eventos se usa como argumento para promover una desindustrialización global en menos de 30 años. El pasado septiembre, el físico nuclear Dr. Wallace Manheimer alertó que alcanzar cero neto podría colapsar la civilización moderna, señalando que las nuevas infraestructuras eólicas y solares serían costosas, dañinas para el medio ambiente y, en su opinión, “totalmente innecesarias.” Añadió que el “complejo industrial climático” ha convencido a muchos de que el CO2, esencial para la vida y exhalado al respirar, es un “veneno ambiental.”
El Dr. Clauser ha sido recientemente nombrado miembro de la junta directiva de la Coalición del CO2, con sede en Virginia, un grupo de unos 120 científicos e investigadores climáticos de diversas áreas. El distinguido científico atmosférico Dr. William Happer, profesor emérito de Princeton, lo recibió en la junta, destacando que los estudios de Clauser confirman la ausencia de una crisis climática y que el aumento de CO2 podría beneficiar al planeta. Happer, defensor de la “hipótesis de saturación,” explica que gases como el CO2 se saturan en ciertas bandas del espectro infrarrojo, reduciendo su efecto de calentamiento de forma logarítmica, lo que se alinea con el registro geológico de 600 millones de años, cuando los niveles de CO2 fueron hasta 20 veces superiores a los actuales.