La pólvora, uno de los inventos más influyentes en la historia humana, fue creada por alquimistas chinos, aparentemente por casualidad, aunque no se ha establecido con precisión quién fue el inventor específico.

Aproximadamente entre los siglos VIII y IX, durante la búsqueda de elixires de vida eterna, estos alquimistas mezclaron accidentalmente azufre, carbón y nitrato de potasio (salitre). Esta combinación explosiva se convirtió en la base de la pólvora.

Inicialmente, la pólvora se utilizó principalmente en ceremonias y festividades, pero rápidamente se descubrieron sus aplicaciones bélicas. Su llegada revolucionó la guerra y la tecnología militar en todo el mundo. El desarrollo de armas de fuego, cañones y posteriormente armamento más sofisticado se basó en el uso de la pólvora.

El conocimiento de la pólvora se extendió desde China hacia otras partes de Asia y, eventualmente, llegó a Europa, donde tuvo un impacto transformador en los conflictos bélicos y en la forma en que se llevaban a cabo las guerras.

Es probable que se introdujera en Europa procedente de Oriente próximo. Berthold Schwarz, un monje alemán, (comienzos del s.XIV) pudo haber sido el primero en utilizar la pólvora para impulsar un proyectil.

Sea como fuere, ya se fabricaba en Inglaterra en 1334 y en 1340 Alemania ya contaba con instalaciones para fabricarla.

En la actualidad, la pólvora se utiliza en diversos campos, desde la pirotecnia hasta la industria militar y la minería. Aunque ha evolucionado enormemente, su base química sigue siendo la misma: una mezcla de nitrato de potasio, azufre y carbón.