Esto es algo muy curioso. Aunque la mayoría de las esponjas que usamos en la actualidad ya son sintéticas, antiguamente las esponjas se recogían del fondo del mar. Concretamente, algunas de las esponjas marinas de mejor calidad se pueden encontrar en las templadas aguas del sureste del Mediterráneo. Ya los antiguos griegos conocían estos animales marinos y su utilidad para la limpieza y el mantenimiento de la higiene personal (se usaron también para acolchar cascos y para filtrar agua).
Toda la industria griega de las esponjas se centró en una serie de islas en el mar Egeo, llamadas islas del Dodecaneso. Durante generaciones, familias enteras de hombres se ganaron la vida buceando en busca de esponjas.
Tradicionalmente, las esponjas se recolectaban del fondo del océano mediante buceo libre sin ropa y sin usar ningún aparato de respiración. Los buceadores de esponjas se sumergían hasta el fondo del mar con una sola bocanada de aire, cargando su cuerpo con un trozo de piedra que llegaba a pesar hasta 15 kg. La piedra arrastraba entonces sus cuerpos desnudos rápidamente al fondo.
La presencia de esponjas en el lugar de la inmersión ya había sido verificada antes por la tripulación de arriba usando un tubo de observación cilíndrico con fondo de vidrio. Una vez que el buzo llegaba al lecho marino, cortaba tantas esponjas como podía y las metía en una bolsa de malla. Un buzo experto podía sumergirse hasta profundidades de 30 metros y permanecer bajo el agua de 3 a 5 minutos.
A mediados del siglo XIX, el buceo de esponjas fue revolucionado por la invención del traje de buceo, o “skafandro”, como lo llamaban los griegos. Los buzos vestían un traje hecho de goma y respiraban a través de una manguera de aire que les suministraba oxígeno desde una embarcación. Este avance permitió a los buceadores de esponjas aventurarse más profundamente en el mas y permanecer en el fondo durante períodos de tiempo más largos, y así recolectar más esponjas. La productividad se multiplicó por cien, trayendo una enorme riqueza a los isleños.
Pero el traje de buceo también trajo consecuencias dramáticas en los buceadores. En lugar de respirar profundamente, los buzos ahora respiraban aire comprimido, que se disolvía más fácilmente en la sangre debido al aumento de la presión en las profundidades. Cuando emergían demasiado rápido del fondo del mar, lo que hacían a menudo, los gases disueltos formaban burbujas dentro de sus cuerpos produciendo una condición dolorosa conocida como "enfermedad por descompresión". Muchos sólo sufrieron dolores en las articulaciones y de cabeza, pero algunos quedaron paralizados de por vida. Otros muchos colapsaron y murieron.
Ante esta desconocida hasta entonces "enfermedad por descompresión", muchos perecieron, y las bajas aumentaron rápidamente. Entre 1866 y 1895, solo en la isla de Kalymnos, 800 jóvenes murieron y 200 más quedaron paralizados. Las muertes y la parálisis destrozaron familias enteras de Kalymnos. Cada hogar en la isla llegó a tener al menos una víctima de esta enfermedad.
Finalmente, el imperio otomano prohibió el uso del traje de buceo en 1882. Los buzos tuvieron que volver a bucear "a pelo" y las ganancias cayeron drásticamente. Después de unos años, el traje de buceo volvió, y también los accidentes por la descompresión.
Finalmente, el conocimiento de la descompresión y la enfermedad por descompresión se desarrolló a fines del siglo XIX. La primera tabla de descompresión viable apareció en 1910. Pasaron varios años hasta que ese conocimiento llegó a las remotas islas griegas. No obstante, las primeras tablas no cubrían inmersiones repetidas y los buceadores de esponjas hacían varias inmersiones repetidas cada día. Tan pronto como descubrieron lo importante que era el tiempo de fondo para evitar accidentes, se empezó a registrar este tiempo.
A principios del siglo XX, la industria de las esponjas sufrió un importante revés cuando una enfermedad que afectó a estos organismos se extendió por el Mediterráneo oriental y destruyó buena parte de las esponjas. Con los lechos marinos de esponjas agotados, muchos buzos de las islas de Kalymnos, Halki y Symi emigraron a otras partes del mundo donde se sabía que hay esponjas.
La historia no acabó ahí. Algunos se establecieron en Tarpon Springs, en Florida (EEUU). La experiencia que trajeron consigo convirtió a la industria de esponjas en una de las industrias marítimas líderes en Florida y el negocio más importante en Tarpon Springs, generando millones de dólares al año. A mediados del siglo XX, la industria de esponjas de Florida sufrió el mismo destino que la industria mediterránea de años atrás: una proliferación de algas de marea roja arrasó con los campos de esponjas en el Golfo de México. Desde entonces, brotes periódicos, tanto en el Mediterráneo como en el Golfo de México, nunca permitieron que la industria de las esponjas se recuperara. Además, con el desarrollo de la esponja sintética, la industria de la esponja natural se fue deteniendo.
Hoy en día, aún pueden verse en acción a algunos buceadores de esponjas, ya con equipamiento de buceo moderno, en la isla griega de Kalymnos. En la capital de Kalymnos, Pothia, hay varios talleres donde se cortan y venden esponjas naturales (recomendable visitarlos), y también hay un museo donde se pueden ver algunos trajes de buceo antiguos y otras exhibiciones sobre el buceo con esponjas. Una atracción más de las muchas cosas interesantes en las islas griegas.
muy interesante @ana_santos 😉
😍😍