Originaria de las sagas y crónicas nórdicas medievales, se decía que esta criatura era capaz de engullir barcos enteros. En el siglo XVIII, esas historias seguirían circulando, y de hecho fue entonces cuando se empezó a conocer al monstruo con el nombre de «kraken», término noruego que se refería a algo retorcido.

Temida por marinos de todo el mundo, pudieron haber hecho referencia en realidad a un esquivo calamar gigante de entorno a 15 m de longitud que vive en las profundidades del océano.

Los marineros contaban exageradas historias sobre encuentros en alta mar con pulpos y calamares de decenas de metros de longitud, capaces de engullir un barco. 

La prueba de que existían calamares gigantes (pero no como arrastrar barcos al fondo marino) se obtuvo por primera vez en 1861, cuando el vapor Alecton se encontró con uno de ellos en aguas de Tenerife (Islas Canarias, España). Su capitán intentó subir a bordo a uno de estos animales, de 6 m de longitud. No tuvo éxito al subirlo, pero tras varias horas de lucha se quedó con un fragmento del cefalópodo que hizo llegar a París, junto con su relato del suceso. 

En estas descripciones, sin embargo, no todo era imaginario. El obispo Pontoppidan, por ejemplo, anotaba que «las descargas del animal enturbian las aguas». Por tanto, podría haberse tratado de un calamar, un calamar gigante...