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Historia

La plaga de Justiniano

La plaga de Justiniano

Seguramente habras oído hablar de la tristemente famosa peste negra o peste bubónica (llamada así por los característicos bubones o agrandamiento de los ganglios linfáticos debido a la inflamación), enfermedad que asoló el continente europeo en el siglo XIV. Sin embargo, otra epidemia igualmente letal, aunque quizá menos conocida por el público en general, mató a millones de personas casi mil años antes, allá por el siglo VI: la peste o plaga de Justiniano, la primera pandemia de peste de la que se conservan fuentes escritas.

Hoy en día se cree que esta terrible epidemia en época romana también fue obra de la peste negra, muerte negra o peste bubónica, enfermedad que hoy se sabe es producida por la bacteria Yersinia pestis, que vive en pequeños roedores que se encuentran comúnmente en las regiones rurales y semirrurales de África, Asia y Estados Unidos. La bacteria se transmite a los humanos a través de las picaduras de pulgas que se alimentan de roedores infectados o por personas que hayan tocado animales afectados, transmitiéndose de persona a persona, por contacto o a través de la respiración.

La tasa de mortalidad es elevada si no se trata con antibióticos, y afortunadamente hoy en día los contagios son sólo de unos pocos miles de personas al año en todo el mundo.

Parece ser que en el siglo VI llegó desde Etiopía, aunque sólo empezó a conocerse cuando alcanzó la ciudad de Pelusio (en el bajo Egipto), en el año 541. Al año siguiente devastó Gaza, y en el año 542 alcanzó Jerusalén, Antioquía y Constantinopla, la capital del Imperio Romano Oriental.

Por aquel entonces reinaba Justiniano, que gobernaba entonces desde una ciudad que según dicen tenía entre 500.000 y 800.000 habitantes, un campo abonado para el desastre que se desataría. Justiniano reinó durante 38 años, y se convertiría en un personaje clave entre el mundo clásico y la Edad Media.

Parece que la mayoría de lo que se sabe de la plaga que se desató entonces se ha conocido gracias al historiador Procopio de Cesarea, que estaba en Constantinopla cuando llegó la enfermedad. Procopio realizó, de forma sorprendentemente objetiva, una descripción minuciosa de ese terrible mal: por ejemplo en el caso de los bubones que crecían en los enfermos; observó que si crecían y drenaban, el paciente tenía posibilidades de salir adelante, y sin embargo, si estos bubones permanecían turgentes e intactos el paciente solía morir.

En aquella época, el desastre llegó a suponer la muerte de hasta 10.000 personas diariamente según crónicas, que si bien pueden ser exageradas, lo que sí es seguro es que el pánico se desató de forma generalizada.

Uno de los principales problemas que tuvo que afrontar Justiniano fue el de la retirada de los cadáveres, llegándose incluso a requisar tumbas privadas para llenarlas de cadáveres que ya no cabían en fosas comunes. Aún así, ello no bastó y se empezó a excavar en todos los lugares disponibles, llegando incluso a llenarse de cadáveres las torres de las murallas, desde donde también se lanzaba a los muertos por los acantilados, esperando que la marea los arrastrara.

El propio emperador Justiniano enfermó según se cuenta, y de forma grave además, tanto que incluso llegó a producirse un vacío de poder que intentaron aprovechar dos generales, Buzes y Belisario, que serían castigados al recuperarse el emperador.

Considerada en aquellos tiempos una enfermedad diabólica, un castigo de Dios, se recurríó a ungüentos, pócimas y otras artes y remedios (incluso paganos) para intentar combatirla, sin éxito.

Las consecuencias económicas fueron terribles. Los muertos superaban en número a los vivos en edad de trabajar, lo que llevó a la economía al desastre. El aumento de los salarios debido a la mano de obra escasa generó a su vez aumeto de los precios, e incluso se regularon por ley los derechos y deberes de los herederos de quienes morían sin testamento, incluso en lo que respecta a la regulación de las deudas contraídas.

Incluso el ejército se vio afectado. Diezmado y debilitado, en pocos años se perdieron territorios conquistados tiempo atrás. Los puertos marítimos y fluviales se convirtieron en puntos de contagio debido al trasiego de tropas y comerciantes. Hay quienes dicen que esta epidemia aceleró la caída del Imperio Bizantino a manos de las tribus bárbaras de las estepas más adelante.

Hacia el año 542 Constantinopla había perdido casi el 40% de su población. En los 2 años siguientes, la enfermedad acabaría con la vida de 4 millones de personas en todo el Imperio, y en los 2 siglos posteriores, la peste volvería, aunque ya sin unas consecuencias tan drásticas.

Parece que el último brote se desató en Nápoles, en el año 767. Luego desapareció sin razón aparente durante 6 siglos, hasta su terrible regreso en el siglo XIV (año 1347). Posteriormente se han dado brotes en diferentes períodos de la historia, como por ejemplo en Hong Kong (1894), Bombái (1896), Sídney (1900), Ciudad del Cabo (1901), Los Ángeles (1924), y también en América, en países como México, Bolivia, Brasil, Paraguay, Cuba y Puerto Rico.

Comentarios (3)

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beasan33 • Hace 3 años, 7 meses

totalmente de acuerdo @diegolop , es terrible

diegolop • Hace 3 años, 7 meses

digan lo que digan, hoy en dia en buena parte del mundo somos muy afortunados, la humanidad ha superado a lo largo de la historia cosas terribles...

cristi90 • Hace 3 años, 7 meses

😖😖