La criminología está llena de historias de individuos cuyas vidas y acciones han dejado una huella imborrable en la historia del crimen. Uno de los casos más notorios es el de Diogo Alves, conocido como el primer asesino en serie de Portugal. Su historia no solo es interesante por los crímenes que cometió, sino también por el contexto histórico en el que vivió y las repercusiones de sus actos en la sociedad portuguesa de la época.

Diogo Alves nació en 1810 en Galicia, España, y se trasladó a Lisboa, Portugal, en busca de una vida mejor. Como muchos inmigrantes de su tiempo, enfrentó dificultades económicas y finalmente acabó inmerso en una vida delictiva. Trabajó inicialmente como mozo de cuadra y posteriormente como sirviente, pero pronto se dio cuenta de que el crimen podría ser una forma más rápida y lucrativa de alcanzar sus objetivos.

El Acueducto de las Aguas Libres, una impresionante obra de ingeniería construida en el siglo XVIII para llevar agua a Lisboa, se convirtió en el escenario de los crímenes de Alves. Entre 1836 y 1839, se estima que Alves mató a más de 70 personas arrojándolas desde lo alto del acueducto. Se acercaba a sus víctimas, generalmente viajeros solitarios y campesinos que regresaban a casa con dinero, los robaba y luego los empujaba al vacío.

La elección del acueducto no fue casual. En una época en la que las investigaciones forenses eran prácticamente inexistentes, los asesinatos de Alves se consideraban accidentes o suicidios. Este modus operandi le permitió operar durante años sin ser detectado, sembrando el terror en la región.

No satisfecho con actuar solo, Alves formó una banda de criminales con quienes amplió sus actividades delictivas. Robos, asaltos y asesinatos se volvieron comunes en Lisboa bajo su liderazgo. La banda de Alves no solo se destacaba por su brutalidad, sino también por su organización. Planificaban meticulosamente sus golpes y evitaban cuidadosamente la captura.

La caída de Diogo Alves

El reinado del terror de Diogo Alves llegó a su fin en 1839. La creciente inquietud y el número de muertes inexplicables en el acueducto llevaron a una mayor vigilancia y patrullaje en la zona. Finalmente, Alves fue capturado durante un robo fallido en una casa adinerada. Su captura desató una ola de revelaciones sobre sus crímenes, y tanto él como varios miembros de su banda fueron llevados a juicio.

El juicio de Diogo Alves fue uno de los más notorios de la época. La prensa sensacionalista siguió de cerca el caso, y la sociedad portuguesa quedó horrorizada al conocer los detalles de sus crímenes. Alves fue declarado culpable de múltiples asesinatos y robos, y fue condenado a muerte. En febrero de 1841, Diogo Alves fue ejecutado en la horca, poniendo fin a una de las épocas más oscuras en la historia del crimen en Portugal.

La historia de Diogo Alves no terminó con su muerte. En un giro macabro de la historia, su cabeza fue preservada en formol y se encuentra hoy en día en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa. La cabeza de Alves ha sido objeto de numerosos estudios científicos y es un recordatorio inquietante de su legado criminal.

El caso de Diogo Alves tuvo un impacto duradero en la criminología y la justicia penal en Portugal. Sus crímenes resaltaron la necesidad de mejoras en la vigilancia y la investigación policial. Además, su caso se ha convertido en un punto de referencia en la historia del crimen, estudiado por criminólogos y psicólogos interesados en entender la mente criminal.

Conocido como el primer asesino en serie de Portugal, Alves marcó la historia del crimen en Portugal. Su vida y sus acciones reflejan un período de gran agitación social y económica, y sus crímenes subrayan la importancia de un sistema de justicia eficiente y una vigilancia adecuada. La historia de Alves sirve como un recordatorio escalofriante de hasta dónde puede llegar la depravación humana y continúa fascinando a aquellos que estudian la criminología y la historia del crimen.