Las palabras inundación y desierto no suelen estar relacionadas, de hecho, yo nunca me habría imaginado que un lugar así existía en el mundo, un desierto que llega casi a inundarse, es increíble.

Situado en el estado de Maranhao, al noreste de Brasil, a unos 260 km de su capital, Sao Luis, les hablo del Parque Nacional de los Lençóis Maranhenses, un mar de dunas de arenas blancas (de unos 1.500 km²) que abarca unos 70 km de costa y se adentra 50 km hacia el interior.

Entre junio y noviembre es la mejor época para visitar este lugar, donde uno puede puede darse un baño bajo el sol y entre dunas, es surrealista pero fantástico...

El hecho es que, cuando termina la estación de lluvias, y posiblemente por su cercanía al Amazonas, se forman lagunas que están durante meses llenas de agua, y, entre éstas, hay una, la Lagoa Azul, que es la más famosa, tanto por por su belleza como por su profundidad; de aguas cuyos tonos varían entre el azul y el verde esmeralda.

En realidad este lugar tiene truco, porque no es un desierto propiamente dicho (aunque lo parezca cuando no está el agua presente), pero, la verdad, a mi me parece un tema más bien técnico: esta región de Brasil recibe unos 1.200 milímetros de lluvia al año y por definición, en un desierto las precipitaciones no superan los 250 milímetros anuales.

Para llegar al Parque se necesita una 4×4, aunque las visitas a las lagunas hay que hacerlas a pie. El calor es intenso durante todo el día, por lo que las lagunas se convierten en una doble tentación. Lo mejor es visitar el parque con un guía, porque es fácil perderse ni bien se comienza la caminata, dada las escasas referencias geográficas.

Otra opción es recorrer el lugar en lancha por el curso del río Preguicas, desde Barreirinhas hasta su desembocadura en el mar, muy recomendable para apreciar las maravillas de este parque desde otro ángulo.

Es uno de los lugares más asombrosos y pintorescos de Brasil que sin duda no deben perderse cuando tengan la oportunidad...