Aunque han existido muchas culturas cazadoras de cabezas en todo el mundo, un pueblo en concreto era muy conocido por la antigua práctica de encoger cabezas humanas (tsantsa),
Se los llamó el clan Jíbaro y vivían en lo profundo de la amazonia ecuatoriana y peruana.
El proceso comenzaba con la decapitación, a veces en vida (la cabeza era cortada debajo del cuello con una sección de la piel del pecho).
El cráneo se sacaba por la parte posterior de la cabeza con cuidado de no dañar el cuero cabelludo y se descartaba, echándose al río como ofrenda a los dioses. Sellados ojos y boca, la cabeza se cocía a fuego lento durante aprox. 1 hora y media, resultado de lo cual, la piel adquiría una consistencia gomosa y se oscurecía, y la cabeza era como de 1/3 de su tamaño original.
El paso final: piedras calientes y arena para quemar el interior y cercarlo.
Eran consideradas trofeos de batalla y señales de poder.
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