Este es un tema muy interesante y curioso.

Parece ser que el sistema de medición del tiempo, tal como lo conocemos hoy en día, fue introducido por primera vez en la historia por los sumerios, y utilizado también por los babilonios.

Los orígenes directos de este antiguo sistema aún se desconocen, en gran parte porque se desarrolló en el período anterior a la invención de la escritura. Se supone que podría remontarse hasta el 3500 a.C. 

Este antiguo sistema que desarrollaron estas antiguas civilizaciones se conoce como sistema sexagesimal, el cual tiene una base de 60, y a continuación veremos el porqué.

A día de hoy aún dividimos la hora en 60 minutos y el minuto en 60 segundos. Se puede suponer que esto se basó en la mayor utilidad de la base 60 frente a la base 10, aparentemente más simple.

El 60 es útil porque se puede dividir entre 1, 2, 3, 4, 5, 6, 10, 12, 15, 20 y 30. Una diferencia clave es que 60 se puede dividir por 3, mientras que 10 no. 

El argumento a favor de la base 10 (sistema decimal), la base 60 (sistema sexagesimal) o incluso la base 12 (sistema duodecimal) todavía hoy se somete a discusión. No obstante, usamos el sistema sexagesimal para cosas como medir el tiempo, los ángulos y las coordenadas geográficas.

Mientras que el sistema decimal fue la base de diferentes métodos matemáticos utilizados para los negocios y la ciencia occidentales desde el siglo XII.

En cuanto a los primeros sistemas para medir el paso del tiempo, los primeros fueron:

LOS OBELISCOS (3500 a.C.)

Los humanos solían mirar hacia las estrellas y usar el amanecer y el atardecer para determinar la hora. Los obeliscos forman parte clave de esa historia.

Los obeliscos eran monumentos de cuatro lados utilizados para determinar el tiempo que datan de alrededor del 3500 a.C.

Los obeliscos tendrían sombras que se moverían a lo largo del día, dependiendo de la posición del sol. Al leer estas sombras, las personas podían obtener una estimación aproximada del tiempo a lo largo del día, incluso dividiendo el área alrededor del obelisco para segmentar aún más el tiempo.

EL RELOJ DE SOMBRAS EGIPCIO (1500 a.C.)

Los obeliscos finalmente derivarían en lo que conocemos hoy como el reloj de sombras egipcio.

El reloj de sombras egipcio fue el primer reloj "portátil", por decirlo así, y constaba de varias partes. Un rectángulo plano como base y un "travesaño" ubicado en un solo extremo y elevado. La base tenía  seis divisiones de tiempo marcadas en ella. Por la mañana, el travesaño estaría orientado hacia el este, hacia el sol. Y por la tarde, alguien cambiaría la dirección. Esto tendría el travesaño mirando hacia el oeste cuando llegara la noche. La sombra marcaría entonces el tiempo a lo largo del día.

EL RELOJ DE SOL HEMISFÉRICO (280 a.C.)

El reloj de sol hemisférico se atribuye al astrónomo babilónico Aristarco de Samos.

Era un instrumento que consistía en un bloque cúbico que se cortaba en forma semiesférica. Luego, se equiparía un "puntero" en un extremo, y la sombra que crearía sería aproximadamente un arco circular. La longitud y la posición de la sombra de este puntero cambiarían a lo largo del año y según las estaciones. Se inscribieron detalles en la piedra para determinar la hora exacta en función de esta sombra.

El reloj de sol por norma indica la hora del día por la posición de la sombra proyectada por el gnomon (pieza alargada que proyectaba la sombra). La sombra se movería a lo largo del día, dependiendo de la orientación del sol en relación al gnomon.

Los relojes de sol fueron utilizados por una gran cantidad de civilizaciones diferentes en la antigüedad, porque realmente eran muy prácticos, excepto cuando no había sol…

EL RELOJ DE AGUA (1500 a.C.)

Estos fueron los primeros dispositivos de cronometraje que no dependían de la astronomía para cumplir su función. Los primeros se encontraron en la tumba del faraón egipcio Amenhotep I, que fue enterrado alrededor del 1500 a.C.

Más tarde, alrededor del 325 a.C., los griegos comenzaron a usarlos. Llamados 'clepsydra' (que se traduce aproximadamente como "ladrones de agua"), se hicieron con un diseño simple. Habría dos contenedores.

En la parte superior había un recipiente con lados inclinados donde el agua goteaba por las pendientes hacia un pequeño agujero en el fondo a un ritmo constante. El recipiente en la parte inferior se llenaría y, a medida que el agua se llenara más allá de las marcas, esto indicaría el tiempo de cambio. Estos relojes de agua ayudarían a controlar el tiempo durante la noche cuando el sol no estaba disponible.

El filósofo griego Platón (428-348 a.C.) también desarrolló una versión temprana del despertador. Su adición al reloj de agua estándar fue un tubo que permitiría vaciar el agua en un tercer recipiente, que estaba cerrado excepto por una abertura delgada. A medida que se expulsaba el aire, emitía un silbido, similar al de una tetera.

Luego vino el inventor griego Ctesibio alrededor del 250 a.C. Ctesibius inventó el primer reloj autorregulador automático al mejorar el Clepsydra existente. Este reloj no requería intervención externa entre los componentes de entrada y salida del sistema de relojería. Una gran mejora con respecto a los diseños anteriores. Este resultó ser el reloj más preciso hasta la llegada del reloj mecánico.

Esto se debió a que Ctesibio adoptó una nueva visión del reloj de agua: en lugar de medir el tiempo en función de la salida del agua, mediría la entrada, lo que resultó ser mucho más preciso.

Mucho se avanzó desde entonces hasta nuestros días. Hoy, quedaron atrás los días de simplemente tratar de saber la hora exacta en la que se vivía; en cambio, a menudo pensamos en cosas superficiales como los materiales de la caja, los colores, el estilo, etc.