Situado em el recóndito Monte Balbo, al norte de Italia, en el corazón de la región del Véneto y con unas vistas impresionantes al Lago di Garda y al valle del Adige, podrán encontrar, si llegan hasta aquí, este peculiar santuario que parece tallado a partir de la dura roca, de más de 8 siglos de antigüedad y ubicado a más de 700 metros de altura.

Aunque los orígenes del culto en este recóndito lugar parecen remontarse al siglo XIII (si bien por entonces no era como la conocemos hoy), en aquellos tiempos el acceso era tremendamente difícil (ya desde la segunda mitad del 1200 existía un monasterio y una capilla dedicada a S. Maria de Montebaldo, a los cuales se podía acceder a través de un estrecho y peligroso sendero en medio de la roca).

No fue hasta el siglo XV cuando se comenzó a mejorar la forma de acceder a este santuario religioso, que a lo largo de su historia se ha ido transformando, ampliando y remodelando hasta convertirse en lo que podemos ver hoy (la última de las actuaciones de importancia realizadas fue la consagración en 1978 de la 'Basílica Menor' por el obispo de Verona y posterior visita del Papa Juan Pablo II a finales de los años 80).

Si llegan hasta este precioso y curiosísimo lugar, podrán admirar, además de su entorno y su hermoso exterior, digno de una postal, el interior del santuario, que alberga gran variedad de obras, esculturas y pinturas procedentes de diferentes partes del mundo, que incluyen, por supuesto, la imagen de la mismísima Virgen de la Corona, entre otros tesoros artísticos como las esculturas de Ugo Zannoni, las obras de Raffaele Bonente, etc.

Entre las formas de llegar a este santuario, destaca especialmente una ruta a pie desde Brentino que se conoce como el Sentiero della Speranza (o Camino de los Peregrinos), apto especialmente para los que gusten de practcar el trekking en la naturaleza (ruta de aprox. 3 km a unos 600 metros de altitud, lo que suponen aprox 2-3 horas de caminata).

El mejor momento y época para visitar este santuario es entre semana y en invierno (si la niebla respeta la visita por supuesto). 

Este lugar, visitado por más de 100.000 personas al año, supone un destino perfecto para la introspección, retomar el contacto con la naturaleza, la tranquilidad y el silencio, ya que es un destino de oración, meditación y conversión espiritual para muchas personas, y no sólo un lugar donde sacarse una foto espectacular para las redes sociales.