Si han estado en Málaga alguna vez posiblemente los hayan probado (y si no se los aconsejo jajaja), los espetos de sardinas (y de otros pescados como el pargo, salmonete, dorada, etc...).

Habrán visto cómo los “espeteros” asan el pescado en brasas situadas en barcas en la playa, tradición que se remonta al siglo XIX y que se ha conservado hasta hoy, convirtiendo el espeto en uno de los símbolos de la gastronomía malagueña. 

En el siglo XIX la provincia de Málaga vivía fundamentalmente de la pesca, y por entonces, las sardinas, debido a su bajo precio, eran un alimento de gente humilde, sobre todo de aquellos que vivían de la pesca, que se conformaban incluso con la “bastina”, que es como se llama a los restos del pescado.

Con la llegada del tranvía y el tren, los malagueños de otras zonas empiezan a trasladarse a El Palo (antes un pueblo, ahora un barrio de Málaga) para disfrutar de la playa. Es entonces, concretamente en 1882, cuando Miguel Martínez Soler “Migué el de las sardinas” abre su famoso bar en la playa: “La gran parada”. Sería el inicio de los chiringuitos en la Costa del Sol y fue él quien empezó a pinchar las sardinas en un trozo de caña y ponerlo en la arena junto al fuego, por lo que es considerado el “padre de los espeteros”. Tras él aparecieron muchos otros que han conseguido que la figura del “espetero” se convierta en una profesión que pasa de generación en generación.

Básicamente "espetar" consiste en clavar una serie de pescados en una caña para asarlos a la parrilla, siendo el más popular el espeto de sardinas. Tradicionalmente, la caña se clava en la arena junto a las brasas o, en el caso de los chiringuitos, en una barca preparada con brasas (se transmite de generación en generación a los llamados “amoragadores”.

Para comer el espeto de sardinas, se suele decir que las mejores fechas coinciden con los meses que no llevan la letra “R”.

Así que si van a Málaga, no lo olviden, unos espetos son siempre una buena opción...