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¿Qué fue el gran Terremoto de Lisboa de 1755?

¿Qué fue el gran Terremoto de Lisboa de 1755?

El Gran Terremoto de Lisboa de 1755 no solo fue uno de los desastres más catastróficos del siglo XVIII, sino que dejó una huella duradera en múltiples aspectos: desde el desarrollo urbano hasta los avances en sismología, la filosofía, y la teología. Su impacto, tanto local como global, fue tan profundo que sigue siendo objeto de estudio y reflexión hoy en día. Para entenderlo en su totalidad, es importante desglosar sus múltiples facetas y consecuencias con mayor profundidad.

El terremoto en realidad no tuvo su origen en Lisboa. Tuvo su origen en la placa tectónica africana, que converge con la placa euroasiática cerca de la costa occidental de Portugal. El epicentro, localizado en el Banco de Gorringe, una región montañosa submarina al suroeste del Cabo San Vicente, generó un violento movimiento que afectó a Lisboa especialmente, destrozándola, pero también a una amplia región que incluía partes de España, Marruecos e incluso Francia.

Este tipo de eventos geológicos, conocidos como terremotos de subducción, se producen cuando una placa tectónica se desliza por debajo de otra. En este caso, la acumulación de tensión durante siglos desencadenó un gigantesco desplazamiento de la corteza terrestre, lo que provocó el potente sismo. El terremoto de Lisboa es uno de los mayores registrados en la historia de Europa en cuanto a magnitud y consecuencias.

El desarrollo del sismo y el tsunami

Aunque la estimación moderna sitúa la magnitud del terremoto entre 8.5 y 9.0 en la escala de Richter, los registros históricos y la descripción de los fenómenos sugieren que el evento liberó una cantidad de energía colosal. Los edificios más importantes de Lisboa, muchos de los cuales databan del Renacimiento o incluso de épocas anteriores, colapsaron en cuestión de minutos. La ciudad, en ese momento una de las más grandes y prósperas de Europa, quedó prácticamente destruida.

Un aspecto que complicó el desastre fue la sequía prolongada que había afectado a la región en los meses previos, haciendo que las estructuras de madera estuvieran extremadamente secas y más propensas a incendiarse. Después del terremoto, surgieron múltiples incendios que se propagaron rápidamente debido al viento, convirtiendo a Lisboa en un infierno de llamas.

El tsunami que siguió al terremoto fue igualmente devastador. Las olas, que superaron los 15 metros de altura, se adentraron en la ciudad, arrastrando escombros y personas. Este tsunami no solo afectó a Lisboa, sino que tuvo un impacto masivo en otras áreas del Atlántico. Las olas llegaron a las costas de España, destruyendo poblaciones enteras en Cádiz y Huelva, y también afectaron las costas de Marruecos, con olas que alcanzaron lugares como Agadir y Safi, causando miles de muertes. Las Islas Británicas y hasta el Caribe sintieron el impacto en forma de mareas alteradas y fluctuaciones en el nivel del agua.

Impacto humano y social

El terremoto tuvo lugar un día particularmente significativo: el Día de Todos los Santos, una de las festividades religiosas más importantes en el calendario católico. Muchas personas estaban congregadas en iglesias cuando el terremoto ocurrió, lo que incrementó significativamente el número de víctimas, ya que la mayoría de estos edificios se derrumbaron sobre los fieles.

Se estima que entre 60.000 y 100.000 personas murieron, aunque el número exacto sigue siendo incierto. No solo Lisboa sufrió los estragos del terremoto, ya que otras ciudades cercanas, como Setúbal, Oporto y Faro, también fueron gravemente afectadas. Las cifras incluyen a personas que murieron aplastadas por los edificios, ahogadas por el tsunami o incineradas por los incendios posteriores.

En cuanto a los efectos sociales, el terremoto generó un éxodo masivo. Muchas personas huyeron al campo, abandonando lo que quedaba de la ciudad por miedo a nuevas réplicas o tsunamis. Las élites que sobrevivieron se encontraron sin hogares, sin infraestructura, y con una ciudad en ruinas. La devastación económica fue masiva, ya que Lisboa era uno de los principales centros comerciales de Europa, y muchas de sus rutas mercantiles quedaron temporalmente suspendidas.

Consecuencias filosóficas y teológicas

El Gran Terremoto de Lisboa tuvo un profundo impacto en el pensamiento intelectual de la época, lo que lo convierte en un evento único en la historia de los desastres naturales. En el siglo XVIII, Europa estaba inmersa en la Ilustración, una época de reflexión racional y cuestionamiento del conocimiento tradicional, incluidas las creencias religiosas.

Este terremoto sacudió no solo el suelo de Lisboa, sino también las convicciones religiosas y filosóficas de toda Europa. La pregunta de por qué un evento tan destructivo golpeó a una ciudad durante un día tan sagrado provocó intensos debates. Algunos vieron el terremoto como un castigo divino por los pecados de la ciudad. Sin embargo, pensadores ilustrados como Voltaire lo usaron como argumento contra la teodicea, la idea de que vivimos en el "mejor de los mundos posibles", según lo propuesto por filósofos como Leibniz.

En su obra “Cándido, o el optimismo”, Voltaire satirizó esta idea, argumentando que la existencia de un mal tan devastador como el terremoto demostraba que el sufrimiento y el mal no podían justificarse por ningún tipo de orden divino o plan perfecto. Este evento, por tanto, no solo destruyó físicamente a Lisboa, sino que también erosionó la creencia ciega en la providencia divina y fomentó una visión más crítica y científica del mundo.

Tras el desastre, el Marqués de Pombal, Primer Ministro del rey José I, fue la figura clave en la reconstrucción de Lisboa. Su respuesta al desastre fue rápida y eficiente. Entre las primeras medidas que tomó, destacó la prohibición de los saqueos, y ordenó que se enterraran los cuerpos rápidamente para prevenir epidemias. También supervisó la creación de hospitales temporales y la provisión de alimentos a los sobrevivientes.

Uno de sus legados más importantes fue el diseño y reconstrucción de Lisboa. El Marqués de Pombal se propuso no solo restaurar la ciudad, sino transformarla en un modelo de urbanismo moderno. Bajo su liderazgo, Lisboa fue rediseñada con amplias avenidas, plazas abiertas y edificios de baja altura para resistir futuros terremotos. Este nuevo estilo arquitectónico, conocido como pombalino, incorporó técnicas pioneras de construcción antisísmica. Entre estas innovaciones se encuentran las jaulas de madera integradas dentro de las paredes de los edificios, que actuaban como amortiguadores durante los movimientos sísmicos.

Legado científico y sismológico

Uno de los aspectos más interesantes del Gran Terremoto de Lisboa es que, aunque ocurrió en un momento en que la ciencia moderna apenas comenzaba a desarrollarse, inspiró una mayor investigación sobre los fenómenos sísmicos. El Marqués de Pombal envió cuestionarios a diferentes localidades afectadas para recopilar información sobre el alcance del desastre, lo que se considera una de las primeras encuestas sismológicas de la historia. Esta información permitió entender mejor la distribución geográfica de los daños y las características del terremoto, sentando las bases para estudios sismológicos posteriores.

El terremoto también generó debates sobre la naturaleza de los tsunamis, y cómo las fuerzas sísmicas pueden desencadenar eventos en alta mar que afectan áreas distantes. Estos estudios iniciales ayudaron a formar lo que eventualmente se convertiría en la ciencia de la sismología moderna.

El Gran Terremoto de Lisboa de 1755 no fue solo un desastre natural que devastó una ciudad; fue un evento de magnitudes globales con ramificaciones en el pensamiento filosófico, teológico y científico. En muchos sentidos, marcó el inicio de una nueva era en la comprensión de los desastres naturales y la respuesta a los mismos, influyendo en cómo las sociedades modernas enfrentan y reconstruyen tras eventos catastróficos. Su legado se siente no solo en las calles de Lisboa, sino en la evolución del pensamiento occidental.

Comentarios (1)

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diegolop • Hace 8 meses, 1 semana

terrible...