Los tornados son fenómenos atmosféricos complejos y fascinantes que aún no comprendemos completamente. Uno de los principales retos para su estudio radica en la dificultad de analizarlos de manera experimental. Aunque los tornados ocurren con cierta frecuencia, resulta imposible predecir exactamente dónde se formará el próximo, lo que obliga a los científicos a perseguirlos para recolectar datos. Sin embargo, los laboratorios móviles utilizados en estas persecuciones son generalmente frágiles y no pueden resistir las extremas condiciones cercanas al núcleo del tornado, lo que dificulta el acceso directo al fenómeno.
Hasta ahora, no se ha logrado recrear un tornado bajo condiciones controladas en un laboratorio. Para ello, sería necesario diseñar un experimento de una escala gigantesca, de cientos de metros. Por esta razón, toda la información verificable sobre el interior de los tornados proviene de métodos indirectos. Por ejemplo, las observaciones de radar permiten medir las velocidades del viento en el interior del embudo, lo que proporciona pistas sobre su estructura interna.
Como analogía, este enfoque se asemeja al utilizado en astronomía: al igual que los astrónomos estudian cuerpos celestes lejanos observándolos desde la distancia, los meteorólogos deben observar cuidadosamente los tornados sin poder interactuar directamente con ellos.
Se sabe, por ejemplo, que en el centro de un tornado existe una zona de baja presión. En los tornados más intensos, la diferencia de presión entre el interior y el exterior puede superar una décima parte de una atmósfera (aproximadamente 10 hectopascales). Este desequilibrio de presión impulsa al aire exterior a intentar llenar el vacío en el centro, pero la conservación del momento angular hace que el aire gire rápidamente en lugar de avanzar directamente hacia el interior. Este giro genera una fuerza centrífuga que mantiene el aire alejado del núcleo.
Aunque no hay observaciones directas confiables de las corrientes de aire en el centro del tornado, los expertos sospechan que podrían existir corrientes verticales. Sin embargo, es poco probable que estas sean especialmente intensas. Un malentendido común sobre los tornados es la idea de que "succionan" objetos hacia su interior como una aspiradora.
En realidad, la fuerza de elevación que caracteriza a los tornados se debe a la turbulencia vertical en la columna de aire rotatoria. Esto significa que el aire no gira en un círculo ni sigue una espiral fija, sino que posee un componente vertical que fluctúa rápidamente, lo que puede levantar objetos de manera errática.
Debido a la relevancia de los tornados en regiones como Estados Unidos, donde causan graves daños anualmente, se invierten importantes recursos para comprenderlos mejor. Por ejemplo, se han diseñado planes para construir vehículos pesados, similares a tanques, que puedan resistir las fuerzas extremas del tornado. Estas máquinas estarían equipadas con sensores avanzados para ingresar al centro del tornado y realizar experimentos directamente en el corazón del fenómeno.
Un vehículo conocido como Tornado Intercept Vehicle (TIV) ya ha sido utilizado por algunos equipos de investigación. Este vehículo blindado y reforzado puede soportar vientos fuertes y recolectar datos sobre la presión, la velocidad del aire y las partículas arrastradas por el tornado. A pesar de su éxito parcial, todavía hay margen para mejorar este tipo de tecnología.
En conclusión, aunque los tornados siguen siendo un desafío científico importante, el desarrollo de nuevas tecnologías promete avanzar significativamente nuestro entendimiento de estos fenómenos. En un futuro cercano, es posible que logremos obtener datos más detallados que nos permitan entender mejor su dinámica y, tal vez, incluso predecirlos con mayor precisión.
qué miedo dan....
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